Basilio Espíldora, Ingeniero Hidráulico

Basilio Espíldora tiene el mérito de haber sido el primer chileno doctorado en ese entonces la incipiente ciencia de la Hidrología. Pero una conversación más profunda, nos revela que Basilio es también un hombre de ciencias, en el sentido profundo de la palabra, ya que él mismo reverencia el enfoque enciclopedista de los albores de la ingeniería que se desarrolló desde mediados del siglo XIX. A la Ingeniería Hidráulica él la siente como una vocación y para desarrollar una capacidad de decisión ingenieril,  con una experiencia y visión multidisciplinaria que dista hoy bastante de los cursos de la hidráulica que se enseña estructuradamente en el sistema universitario. Una visión de la profesión que trasciende a los límites de la misma y que muestra en él una preocupación por lo interdisciplinar, y en general, por la comprensión amplia del entorno y su futuro, como el enfoque fundamental que debe tener todo hombre de ciencias en general y todo ingeniero en particular.

Basilio me recibe en su oficina en Providencia, en donde tiene una cantidad ingente de libros y carpetas, pues hasta el día de hoy trabaja en consultorías de Ingeniería. Hablamos un momento sobre la ingeniería de hoy, de cómo cambia el enfoque, pues le comento, que en base a entrevistas anteriores que hecho, he notado una visión de  largo plazo que hoy no está, “si, una actitud de permanencia y pertenencia”. Pero le pregunto, para empezar ordenadamente, cómo se interesó, como llegó a elegir la ingeniería civil hidráulica. Basilio responde:

Llegué un poco a la ingeniería quizá primero por descarte, por eliminación: mi padre era médico, yo soy el menor de la familia, mis dos hermanos fueron uno médico también y el otro arquitecto, y yo no pensaba ni seguir ni medicina, ni arquitectura, ni leyes, que eran las carreras típicas de ese entonces. Me gustaban dos cosas: la ingeniería y la agronomía. Y en el colegio tuve un profesor de filosofía y sicología, fíjate, en esos tiempos en el colegio había esos cursos, y ese profesor me dijo “¿cuál crees tú que es en la que tienes más habilidades, la que te gusta más, con la que sientes que tienes mayor vocación?” – “Es que me gustan las dos…”, y en fin, a partir de una conversación más a fondo que tuve con él, me decidí por la ingeniería.

Con respecto a la Ingeniería Hidráulica, la inclinación recién empezó en cuarto año, – porque en esos tiempos habían años, no habían semestres, y era bastante rígida la malla curricular -, cuando empezaron los cursos de hidráulica. Don Pancho J., como para muchos, fue típicamente el que primero lo entusiasmó a uno con el agua; por lo demás el agua era lo más cercano a lo que también me gustaba, que era la agronomía, (por el agua para el riego agrícola). Y en esa época, te estoy hablando del año 1960 – 61, casi en el mesozoico (risas), había un ambiente medio romántico y de admiración hacia la hidráulica, la ingeniería de riego, y la hidroelectricidad, desarrolladas brillantemente, en ese entonces, por la Dirección de Riego del Ministerio de Obras Públicas, y la Endesa, y por los profesores que desarrollaban esos temas en la Escuela. Entonces poco a poco, esta especie de romanticismo y admiración que había por el agua en el ambiente de algunos de los estudiantes de ingeniería civil, me decidió a seguir la especialidad hidráulica. En esa época había en Ingeniería Civil, solo las especialidades (se llamaban “menciones”): estructuras, hidráulica y  transporte. Y ahí partí.

Curiosamente no hice la memoria en hidráulica, sino que la hice en el IDIEM, en investigación sobre métodos no destructivos para estimar la resistencia de hormigones, que por otro lado me sirvió, porque ahí agarré el bichito de la investigación gracias a la guía y enfoque que me dieron profesores tan excelsos  como Atilano Laman y Arturo Arias. Mira lo que son las cosas de la vida: estaba saliendo de hidráulica, hice la memoria en materiales y después me dediqué a lo que vamos a conversar. Yo esa memoria me la conseguí a fines de cuarto año de ingeniería, y fue un tema que me permitió terminar sexto año, dar el último examen de la carrera, qué sé yo, el 5 de diciembre de 1962, y el 10 de diciembre di el examen de grado con mi memoria lista. O sea yo egresé y me recibí al tiro, era muy joven, tenía 23 años recién cumplidos. Se me dieron todas las condiciones para comenzar mi profesión hace bastante rato, en el jurásico, no estoy seguro. (Risas).

 

Le pregunto entonces: ¿Cómo decidió quedarse en la academia? ¿O trabajó en alguna época inmediatamente luego de egresar?

No, al recibirme no trabajé ejerciendo directamente la profesión de ingeniero. Estaba a fínales de sexto año y en ese entonces, quien estaba de Director de la Escuela de Ingeniería, Don Enrique d’Etigny, que fue mi primer mentor (mentor es una persona que lo ayuda e inicia y orienta a uno a hacer cosas importantes en la vida, y lo introduce a ciertos conocimientos), estaba reorganizando y re orientando lo que es hoy la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, como una facultad moderna, en la que hubieren profesores full time y equipos de investigación permanentes. Recuerdo que en Diciembre de 1962, Enrique d’Etigny me llamó a su oficina, aún no era Decano, después lo fue, y me convenció de que me quedara en la Escuela a formar un grupo de investigación, no en hidráulica clásica, porque ya existía el laboratorio de hidráulica y estaba Don Pancho ahí con bastante edad, y habían también allí muy buenos investigadores en esa disciplina, si no que formara otro grupo relacionado con el recurso agua y con la ingeniería de riego, algo parecido e “intermedio” entre la ingeniería del agua que desarrollan los ingenieros civiles y la ingeniería agronómica relacionada con el riego; pero no haciendo lo que hacía típicamente el ingeniero civil hidráulico, ni tampoco lo que hacía el ingeniero agrónomo que se dedicaba al riego: sino que algo intermedio y con un enfoque ingenieril distinto.

A mí me fascinó la idea, porque como te dije, siempre me gustó la agronomía y la naturaleza. Me dijo, “bueno yo lo contrato a usted full time (en esa época apenas habían investigadores full time en la facultad) y organice y encabece un grupo de “ingeniería de riego” Bueno, le dije, pero yo no tengo ninguna experiencia en esto y menos como investigador del tema ¿cómo lo hago?, no tengo ni idea. Me dijo: mire “lo importante en estos casos es que uno se centre solo en uno o dos temas o problemas, a lo sumo, pero que sean bien concretos, e importantes; por ejemplo el problema de las tasas de riego, es decir, la cantidad de agua que debe suministrársele  a las plantas y cultivos y el problema de la erosión. En Chile hay muchas zonas erosionadas, típicamente las cuencas costera del Maule y el Biobío y las tasas de riego determinan finalmente la capacidad hidráulica necesaria de las obras de riego. Céntrese en esos dos temas y vea qué puede hacer” Así, a boca ‘e jarro y a sangre de pato.

Partí pidiendo, por correo aéreo, bibliografía e informes de  estos temas a instituciones extranjeras con larga experiencia en estos campos, y empecé a conocer y estudiar el tema de la erosión y de las tasas de riego, Ten en cuenta que en esos tiempos (1963), no existía ni computadores y menos internet, (recién había un computador gigantesco en la Facultad que requería entradas con tarjetas perforadas y espera de un día a lo menos, para tener algunos resultados); era todo muy precario, muy artesanal. Con esas fuentes bibliográficas, empecé a darme cuenta que el tema de la erosión tenía que ver con la lluvia, por supuesto, y que el tema de las tasas de riego tenía que ver con la evapotranspiración. Si tú te das cuenta, son dos temas que se abordan en la hidrología.

Entonces cayó en mis manos un par de libros que todavía tengo por ahí, el típico libro de Linsley y el libro antiguo de Horton – el padre de la hidrología moderna -, y estudiando el tema de la erosión desde el punto de vista de la lluvia y las tasas de riego relacionado con los procesos evapotranspirativos, descubrí indirectamente lo que realmente era la Hidrología.

Como tenía el encargo de Enrique d’Etigny, que ya era Decano, de formar un grupo de investigación en los temas encomendados, y gracias a la  beca André Mayer que me conseguí en la FAO, me fui hacia fines de 1964 a la Universidad de California, al campus de Davis, que es el especializado en ingeniería de riego. Pero ahí ya iba con el bichito de la hidrología. Allá me encontré con quien fue mi Major Profesor, Jaime Amorocho, mi segundo mentor, que me completó el panorama de la hidrología, y terminé entusiasmándome completamente con el tema, dejando prácticamente de lado los temas iniciales de la erosión y las tasas de riego  y centrándome en la Hidrología.  Por ese entonces allí estaba de moda, pues se habían iniciado desde 1962, los modelos hidrológicos de simulación.

El primer modelo que había en ese entonces, desde el punto de vista práctico utilizable para la ingeniería, fue el modelo de Linsley y Crawford de la Universidad de Stanford; era un modelo general y práctico a nivel de toda una cuenca. Bueno, con todo ese ambiente y conociendo el trabajo de Crawford  me picó además el bichito de la modelación hidrológica. En ese entonces en la Universidad de California existía la alternativa de hacer una tesis para el master (MSc) o un examen. Así uno sacaba un grado académico orientado a la investigación o un título profesional, respectivamente; como yo tenía el compromiso de formar un grupo de investigación a mi vuelta en la Universidad de Chile, tomé entonces la opción del “Master of Science” desarrollando un tema de investigación.

En la U. de California te dejan mucha libertad para las tesis de grado: tú eres quien elige el tema y como desarrollarlo, nadie te lo impone, ningún profesor. Yo elegí trabajar en un modelo de simulación hidrológica, pero entonces mi profesor me dice: “bueno, pero ya está el modelo de Crawford”; yo le contesté: “si, pero quiero hacer algo relacionado específicamente con las nieves, algo que es propio de la hidrología de Chile”. En resumen, hice mi tesis en un modelo de simulación de los procesos hidrológicos, no en una cuenca completa, sino de los procesos mismos de acumulación y derretimiento en un manto de nieve.  Hice finalmente un modelo (en ese entonces se programaba el computador en lenguaje Fortran), y lo calibré en una cuenca experimental del Servicio Forestal de California. Y así volví después a Chile a fines del año 1965 con el grado de Master of Science y ahí empezó todo el asunto.

Al volver a Chile formé oficialmente a comienzos de 1966, el grupo de investigación, que por asuntos administrativo, se llamó entonces “Laboratorio de Hidrología y Riego”, pero su tema central era la Hidrología; luego este grupo pasó a denominarse Centro de Recursos Hídricos de la Facultad al fusionarlo posteriormente con el Laboratorio de Hidráulica.

Luego, ese año, mi mentor D´Etigny (porque nunca hay que olvidarse por qué y cómo uno logró hacer ciertas cosas en la profesión, ya que todo el inicio de mi actividad académica se hizo por iniciativa inicial de Enrique d’Etigny, y yo, gracias a él, pude iniciar y formar dicho grupo de investigación en Hidrología, pero él, ¿me entiendes?, me dio las facilidades, creyó en mis culebras y me apoyó, que es lo más importante), me encomendó otra pega: “usted tiene que hacer una modernización de la enseñanza de la hidrología en esta Facultad”. Y así  organicé, en 1966, por lo menos en la U. de Chile, los primeros cursos de hidrología moderna, como materia formal de enseñanza de los ingenieros civiles de nuestra Facultad.

En ese entonces en la escuela de ingeniería de la Chile, creo que en la Católica también, el curso de hidrología prácticamente no existía como se entiende ahora; en realidad había un curso  que se llamaba “hidrología”, pero lo único que te enseñaban era aplicar la formula racional, calcular las intensidades de lluvia (la fórmula de Grunsky) y el cálculo de las probabilidades de las precipitaciones anuales con la Log Normal, y punto. Sin embargo en la Endesa, hacía ya algunos años, había un grupo de muy buenos hidrólogos: Eduardo Basso, Andrés Benítez, Andrés Arriagada, Hernán García, etc. que conformaban un equipo importante para las actividades de Endesa y formado casi autodidácticamente bajo la dirección de Eduardo Basso. Pero en la Escuela, la formación de hidrología que uno tenía, era prácticamente inexistente.

Mis primeros alumnos y ayudantes de investigación a partir del año ’66, fueron  personas que después fueron importantes en la Hidrología chilena, tales como Ernesto Brown, que fue mi primer memorista junto a Patricio Ferrer, (que lamentablemente después dejó  la hidrología y la ingeniería), y al poco andar, Ludwig Stöwhas, que también fue alumno y memorista mío, junto con Jaime Ortiz, que lamentablemente falleció en un accidente automovilístico mientras era investigador de mi grupo. Todos ellos fueron los primeros hidrólogos con formación académica formal en hidrología moderna en Chile. Posteriormente, se incorporaron a este grupo inicial, como memoristas y después como académicos, Pablo Isensee, Luis Ayala, Guillermo Cabrera y Ximena Vargas, que también han hecho una destacada contribución a la hidrología, la hidrogeología  y a la ingeniería hidráulica en Chile.

A Patricio Ferrer le encomendé como memoria, la continuación del modelo que yo había desarrollado en California, un modelo de simulación de nieves; a Ernesto Brown le encomendé el tema simulación de caudales medios mensuales en cuencas pluviales basado en un modelo australiano, y a Ludwig, el tema general de la hidrología de nieves. Lo “engatusé” con el tema, y le gustó; con él instalamos con nuestras propias manos, un laboratorio de nieves en La Parva, con instrumental sofisticado y muy moderno. Ludwig siguió trabajando en esos temas, desarrolló su propio modelo y haciendo aportes de interés a la hidrología, hasta hoy. Y de esa manera, a través del trabajo en California con mi tesis de master, y la de mis primeros memoristas y alumnos, se hicieron, a partir de los años ’66 al ’68 los primeros modelos de simulación hidrológica, y un avance de importancia en varios temas de investigación hidrológica en Chile.

«Y así organicé, en 1966, por lo menos en la U. de Chile, los primeros cursos de hidrología moderna, como materia formal de enseñanza de los ingenieros civiles de nuestra Facultad»

¿Y cómo eran las condiciones laborales como profesor?

Económicamente muy malas. Implicaba un sacrificio familiar importante. Yo entonces ya me había casado y junto con los que se quedaron en esa época conmigo como investigadores, éramos bastante Quijotes, porque  el sueldo era muy malo, muy muy malo, digamos, creo que nada que ver con las remuneraciones que se pueden pagar hoy en día a los académicos, como así corresponde.

¿Pero usted investigaba solamente o también hacía clases?

No, como académico de jornada completa hacía por lo menos las dos cosas, investigación y clases, además de extensión universitaria, como se llamada entonces. A uno lo catalogaban académicamente por lo que uno hacía como investigador, cuantas memorias dirigía, la investigación propia que desarrollaba; los cursos y cátedras nuevas que podría generar y dictar, y también le exigían una relación con la realidad del país, con actividades de extensión universitaria, (ello se hacía como parte del sueldo regular, sin ingresos adicionales por esta actividad). Como académico de jornada completa en ese entonces, se tenía que hacer las tres actividades indicadas, no quedaba tiempo para hacer más que eso. Además el compromiso laboral era ese. Con esa actividad de “extensión” hice mi primer trabajo de hidrología práctica; lo hicimos para la CORFO, en toda la cuenca del río Loa.

Pero como las condiciones laborales eran como ya lo dije, y comenzó a crecer la familia, entonces uno empezó a pitutear después de las 5:30, que era cuando terminaba la jornada de trabajo. Uno hacia asesorías particulares, y empecé así a darme a conocer en el medio, que uno podía hacer también trabajos hidrológicos prácticos. De esta manera me conecté con la que creo fue una de las primera oficinas de ingeniería de consulta con enfoque de empresa, no de tipo personal, que hubo en Chile, y que fue la oficina ingeniería de consulta (ICC) organizada por el Ing. Civil Eduardo Infante Rengifo. Entonces en las tardes me iba a su oficina y  me pagaba por horas; así me empecé a relacionar con proyectos hidráulicos, y estudios hidrológicos aplicados.

Hablando de investigación, ya en el año 1971,  se celebra el Primer Coloquio, usted hizo un trabajo de curvas IDF que fue uno de los pioneros en  tal área ¿cómo se generó ese trabajo?

Esa idea de las curvas IDF sintéticas fue un aporte inicial mío (por lo menos en Chile), con los primeros valores propuestos para los coeficientes de duración y de frecuencia. Después la idea la tomó Eduardo Varas y la mejoró (risas) como siempre tiene que ocurrir; las cosas son evolutivas. Yo estudié inicialmente la información pluviométrica necesaria que en ese entones había en Chile: La Serena, Santiago, Concepción, Valdivia, y creo que con esa poca información que había, pude vender la culebra de los coeficientes de duración y de frecuencia. De ahí se inició su uso, que ha sido bastante útil. Un par de años después, Eduardo Varas los desarrolló más, con una amplia y más extensa base de datos que era muy buena, y ya se generalizaron los coeficientes de duración y de frecuencia que aparecieron después en el Manual de Carreteras, y así hasta ahora.

Pero usted dio el primer paso, eso hay que reconocerlo

Supuestamente. Pero esto no fue original mío tampoco: había un trabajo anterior de un americano que había trabajado la misma idea. Yo no la inventé, pero la introduje en Chile; me acuerdo que la primera vez que leí el trabajo de este gringo, dije “me suena a cocina, ¿Cómo va a ser tan fácil y útil esto?”. Y comencé a hacerlo en Chile y me di cuenta que esta cuestión realmente funcionaba.

«Pero normalmente son muy pocos los ingenieros que persisten haciendo la ingeniería clásica y típica que nos enseñaron en la Escuela; generalmente uno deriva, ya sea en la empresa privada o en la universidad, a posiciones administrativas, directivas o gerenciales, por así decirlo, cosa que a mí nunca me ha gustado mucho»

¿Y cómo ocurrió el proceso que lo determinó a seguir el Doctorado en Hidrología?

En el año ’69 se inició un programa de intercambio y apoyo  académico entre la Universidad de Chile y la Universidad de California, financiado por la fundación Ford, orientado inicialmente, en nuestra Facultad, a la ingeniería estructural, por la relación sísmica entre ambas regiones, y a la mecánica de suelos. Logré convencer al Decano D´Etigny y a Augusto León, Director del Departamento de Ingeniería Civil de la Facultad (ex Obras Civiles), para que este programa se extendiera también al tema de la hidrología y los recursos hídricos, no necesariamente a la hidráulica fundamental, Así se estableció una relación, que yo ya tenía, con mi profesor en la Universidad de California cuando saqué el Master, y a través de este programa, él vino a Chile por un año en 1969/70. Él quería que yo persistiera en el programa de hidrología de nieves que había iniciado con él en California en 1965. A raíz de su venida, él me dijo: “bueno, ahora tú tienes que ir a California a sacar el doctorado”, y no tenía escapatoria, era lo lógico, pues yo trabajaba en la universidad. (En esa época hablar de un doctorado en Chile, era raro y poco atractivo), pero así tuve la oportunidad de volver a la Universidad de California el año ‘71, digamos más bien que me mandaron… (Risas). En resumen, partí en Agosto de 1971 y volví a fines del ’74 con el doctorado. Creo que fui, en el área de hidrología, el primer Doctorado en Hidrología que hubo en Chile. Un par de años después Eduardo Varas sacó el doctorado en Stanford.

Ya de vuelta con el doctorado, mi actividad académica siguió un rumbo algo diferente, desgraciadamente, y así lo digo, porque nunca me ha gustado mucho el camino de la administración académica; a mí me gustaba investigar. Pero normalmente son muy pocos los ingenieros que persisten haciendo la ingeniería clásica y típica que nos enseñaron en la Escuela; generalmente uno deriva, ya sea en la empresa privada o en la universidad, a posiciones administrativas, directivas o gerenciales, por así decirlo, cosa que a mí nunca me ha gustado mucho. Cuando se está en la universidad, el equivalente es que a uno lo nombren en esos cargos en el ámbito académico, como a mí me paso. A mi regreso me nombraron Director de Investigaciones de la Facultad, y después fui director del Departamento de Ingeniería Civil. Todo esto es como inevitable, pero yo hubiera preferido que me hubieran dejado tranquilo en actividades de profesor y de investigador; no estoy criticando esos cargos, son cosas que hay que hacer, gajes de la vida profesional que uno tiene que asumir.

¿Y las condiciones laborales mejoraron un poco en esa época?

No, mientras estuve sacando el doctorado por lo menos, claro que la situación económica del país era muy especial, (sin entrar en detalles). Para que te formes una idea, yo salí en 1971 con “goce de sueldo” cuando me fui becado y recibía allá la beca y mi sueldo, que era un cheque que me lo enviaba todos los meses mi hermana después de muchos trámites ¿Sabes qué es lo que hacía con ese cheque? Lo cambiaba en el banco, cruzaba la calle al supermercado y me compraba un cartón de cigarrillos Kent; ese era mi sueldo de la universidad, el equivalente a entre 15 y 18 dólares de la época.

Cuando volví en 1974, la situación de sueldos era mala también, pero en fin, no me puedo quejar tampoco, uno toma las decisiones del momento. El grupo de investigación que había formado, se afiató y en esa época el grupo del Laboratorio de Hidráulica de la Chile estaba muy debilitado y prácticamente casi sin presencia, pues se habían retirado todos los investigadores antiguos que habían ahí antes: Ventura Cerón, Fernán Ibáñez, Sergio Montes, Ramón Fuentes, no quedaba casi nadie. Entonces, nuevamente Enrique d’Etigny me dijo “junte al grupo suyo de hidrología con el grupo del laboratorio de hidráulica, porque esto no puede desaparecer”. Estaba también Don Pancho, pero ya a su edad y prácticamente jubilado, no tenía totalmente su antigua vitalidad. Y así se fusionaron los dos grupos, y organicé, creó por ahí en 1976/77, el Centro de Recursos Hídricos.

También en ese entonces, a mi vuelta, y ya en 1975, tuve la oportunidad de armar un par de cursos nuevos en la Facultad, y organizar y estar a cargo del recién formado Programa de Zonas Áridas de toda la universidad (todavía existe el nombre, pero desarrollado por universidades del norte del país). Fue esa una época de grandes “turbulencias” en la universidad, ubícate el contexto, cambios por acá, cambios para allá y mi actividad de consultoría externa se intensificó. Así, el ’80 yo renuncié finalmente a la facultad y después seguí un tiempo solo como profesor, pero era más difícil hacer las clases. Yo estaba acostumbrado antes a hacerlas como académico jornada completa, con bastante tiempo para prepararlas, incorporando en ellas, cosas de los memoristas y de las investigaciones que dirigía. Al final se me estaba haciendo ya muy difícil hacer clases: es más fácil hacer clases cuando uno es full time con dedicación casi exclusiva, pero cuando uno tiene otras actividades profesionales es más complicado. Entonces, hacia 1980/81 decidí dedicarme de frentón y exclusivamente a la consultoría privada y desde entonces estoy dedicado a la ingeniería de consulta en el área de la ingeniería hidráulica y recursos hídricos.

¿Y ha sido una experiencia más práctica que la universidad, estar en la consultoría?

Mira, yo tuve la oportunidad y suerte, y por vocación también, de poder incorporar a la consultoría chilena en el área mía, y sobre todo en la oficina consultora (CONIC) que yo  formé en 1977, todo lo que había aprendido en la academia. Muchas de las investigaciones mías y de otros, se fueron introduciendo a la práctica profesional y así, felizmente, siempre tuve la oportunidad de ir incorporando lo que en el área investigativa se estaba desarrollando: los modelos hidrológicos se fueron mejorando y ya la computación era otro mundo. También, entonces, uno ya incorporaba a la oficina consultora a sus buenos alumnos, que ya venían con una visión moderna de la hidrología y de la ingeniería hidráulica. Otros colegas, que se formaron en torno al grupo del Laboratorio de Hidrología y Riego y después en el Centro de Recursos Hidráulicos de la Facultad (E. Brown; L Stowhas; L. Ayala. G. Cabrera), pudieron hacer lo mismo en sus práctica profesional.  Y así se generó bastante relación entre lo que se hacía en la universidad y lo que se hacía en la práctica de la hidrología y la ingeniería hidráulica, pero con muchas limitaciones en el mundo real, porque los plazos son distintos, y los presupuestos son diferentes,  y por supuesto, hay que hacer muchas adaptaciones.

Ahora, el 2005 vendí mi parte en la oficina consultora que tenía (CONIC – Bf) y formé este otro boliche, que se llama GESTER, donde nos dedicamos a cosas parecidas, pero diferentes y con enfoques distintos. El tipo de clientes y el tipo de trabajo son efectivamente distintos, en el sentido de que no “vendemos” planos, y no vendemos comúnmente diseños: “vendemos” ideas, apoyo técnico (revisiones) y peritajes de ingeniería en temas contractuales, legales y de siniestros. Nuestro cliente no es ahora la DOH, o la DGA, sino que son oficinas de abogados, compañías de seguros u otras consultoras internacionales que requieren enfoques y aportes de juicio experto con “know how” local.

«Esto de lo del “legado”, es una palabra muy especial: suena como algo testamentario. Y la pregunta además es difícil, porque uno tiene que intentar compatibilizar el ego, con la humildad y la realidad.»

 

¿Y es más entretenido ahora?

Muy entretenido y motivante. Gracias a Dios tengo hasta ahora buena salud, y creo que es lo que mejor podemos hacer a esta edad, nosotros  venimos del terciario: uno vende canas… y mi socio que no tiene pelos, ya las vendió todas (risas). Somos ingenieros seniors, que es el nombre elegante para los ingenieros viejos, y los clientes de ahora nos creen bastante más que lo que nos creían otros hace 15 o 20 años atrás. Así, felizmente he tenido la suerte de poder seguir trabajando con gente joven, que me recuerda a cuando yo estaba en la universidad, y por lo tanto, uno se mantiene aún vigente. Gente joven que hace muchas cosas, que las hace mejor que uno y más rápido…, lo que pasa, eso sí, es que pueden tocar mejor el piano y el violín, pero también y  siempre falta el director de orquesta….

Y la reciprocidad es muy rica, uno se alimenta de la juventud y les traspasa, a los que trabajan con uno, lo que uno puede enseñarles, (ojalá no las mañas), Entonces ahora nuestros clientes son distintos, nuestra acción es diferente, nos toca revisar cosas que hacen otros, ahora uno se venga (risas). No, esa pega de revisión es fregada, dar una tercera opinión que a veces no es bienvenida, pues hay que revisar informes, hay que revisar diseños: es un trabajo dentro del ámbito y tema de nuestra especialidad, pero con un fin diferente, muy entretenido y muy motivador. Porque uno ve que todavía puede aportar algo en cosas interesantes; todavía le creen a uno.

¿Cuál diría usted que es su legado?

Esto de lo del “legado”, es una palabra muy especial: suena como algo testamentario. Y la pregunta además es difícil, porque uno tiene que intentar compatibilizar el ego, con la humildad y la realidad. Yo para simplificarme la vida, te diría que mí aporte, más que legado, ojalá sea un legado, lo veo en dos ámbitos: uno por el lado académico y otro por el lado profesional, porque han sido un poco mis dos rutas en la vida.

En la parte académica, mi aporte quizás ha sido, yo diría que a partir del año ’66, la introducción en Chile, mediante el grupo que armé, los modelos de simulación hidrológica y la hidrología de nieves, a través de mis primeros tres memoristas Brown, Ferrer y Stöwhas,. Las cosas uno no las hace solo, porque siempre tiene un mentor como dije antes y porque tiene discípulos. Sí, solo nunca nadie hace nada, la gente se olvida de mencionar a sus mentores, yo en eso soy bien cuidadoso y agradecido. Si no hubiera sido por Enrique d’Etigny, que no solamente me indujo al tema, casi sin saberlo, y me dio una oportunidad y el apoyo. Otro aporte, también en el ámbito académico, fue el diseño, introducción y dictación de varios nuevos cursos de hidrología moderna en la Facultad; creo que ello también se debió a mi experiencia en la universidad de California y al ejemplo de mi otro mentor, el Dr. J Amorocho. Finalmente, bueno, creo que también fue la creación del grupo inicial del Laboratorio de Hidrología y Riego primero y del Centro de Recursos Hídricos después.

En el ámbito profesional, a través de mi actividad como ingeniero consultor, mi aporte pudo haber sido el haber podido introducir los modelos de simulación hidrológica y algunos conceptos, términos y enfoque hidrológicos modernos en la práctica profesional de la ingeniería de los recursos hídricos.

«Eso es una de las serias críticas que tengo a la enseñanza de la ingeniería, que no desarrolla ni ilustra la cultura general y la cultura profesional, la realidad vigente y futura de nuestra profesión y especialmente no desarrolla bien la imaginación»

Hablamos entonces de sus libros en su biblioteca, de las piedras que acumula en el librero (dice que es un “geólogo frustrado”), de compositores de música clásica, del idioma mapudungun, y de su afición por la poesía, de la cual hace Basilio una mención muy emocional al “Elogio del Agua” de Gabriela Mistral, en especial en la parte que dice: “El agua / que engaña a las piedras con que tienen gargantas/ y se las muda de sitio a cada momento/ les da entre pausa y pausa / muerte y resurrección” . Basilio comenta: “Bellísimo. Es precioso, ¿no?; si lo último es casi para ponerlo en la dedicatoria de un libro de transporte de sedimentos”.

Este otro libro que tengo aquí, es una joya, (Basilio colecciona libros antiguos de ingeniería), es la primera traducción al español en 1847, del primer libro de geología moderna que hubo en el mundo, por su fundador, el famoso geólogo inglés Lyell. Había entonces un afán de belleza en esos temas. Eso es lo otro que uno se da cuenta en estos libros viejos: estos gallos eran enciclopedistas de la ingeniería. Él iba a terreno, él hacía la topografía, él estudiaba los suelos, él hacía el diseño mecánico e hidráulico, él construía. Esos enciclopedistas de la ingeniería del siglo XIX y principios del XX, son como los renacentistas del siglo XV. Este otro libro – señala –: “Puente de albañilería y piedra, y túneles”, es un tratado francés del siglo XIX, sobre puentes, y comienza con el estudio hidrológico del puente, luego sigue con la geología y cálculos estructurales y ¿sabes en qué termina?: con las máquinas y métodos constructivos, los tipos de contratos, las normas de seguridad para los obreros, y la confección de presupuestos de obra. Se pasea por todas las especialidades y actividades  para hacer puentes y el túneles; pero termina en cómo hacer el contrato de construcción, y como cuidar la seguridad de los obreros. Y todo esto lo hacía un ingeniero, aunque tenían ayudantes, pero ¿de dónde sacaban el tiempo estos gallos?

Aquí tengo otro libro de Yuval Harari, un moderno historiador israelita, muy especial, muy interesante, “De Animales a Dioses”, es de esos libros que te hacen pensar mucho sobre la evolución de la civilización actual – Entonces Basilio se detiene un momento, y luego comenta -: Eso es una de las serias críticas que tengo a la enseñanza de la ingeniería, que no desarrolla ni ilustra la cultura general y la cultura profesional, la realidad vigente y futura de nuestra profesión y especialmente no desarrolla bien la imaginación. Piensa, en las pruebas de primer año, te dan todos los datos y la respuesta de la solución es única: eso es mentira, eso no es ingeniería. Y así acostumbran al pobre alumno, y al día siguiente que le dan el título, se da cuenta que lo han engañado. Que nunca tiene los datos, si los tiene están malos o qué se yo, que la solución no es única, que hay varias alternativas, y que después, finalmente, hay que tomar decisiones y negociar en un contexto socio económico cambiante. Ese proceso que parece de perogrullo, se lo debieran de inculcar a los alumnos de ingeniería desde el día uno.

Específicamente la crítica es sobre la imaginación. Compáralo con la enseñanza de los alumnos de arquitectura: aunque esos ya se van al otro lado. Yo siempre me acuerdo, que una vez el Decano, cuando yo era Director de Departamento,  me pidió ayuda: “Mira, mi hija está estudiando arquitectura en primer año y le dieron un proyecto, quizás tú la puedes ayudar” Y el tema para el grupo era algo así como “la cuenca del río Mapocho y sus posibilidades de mejoramiento”. Tú le das ese tema a un alumno de ingeniería de último año y no sabría por dónde empezar, te lo aseguro, no es por desprestigiar a nadie ni a ninguna universidad, pero…. Va a tener muchísima dificultad para enfocarse, y sobre todo para sentirse capaz de abordar el problema y en saber tomar decisiones, que es lo importante. Pero a esa alumna de arquitectura le dieron ese tema, y que a mí como ingeniero me costó mucho guiarla ¿Por dónde empiezo? Es todo muy empaquetado en ingeniería, aunque ahora creo que ha cambiado algo.

Pero ese cambio de paradigma no es solo del docente ¿no? , es de toda la Escuela igual

Yo intenté hacer algo así, unos años atrás cuando en 1999  me ofrecieron hacer una cátedra de hidrología en la Universidad de Los Andes. Pero a mí me daba una lata tremenda volver a dar ese curso (risas), así que les ofrecí hacer otro curso, uno que tenía en la cabeza y me gustaba intentarlo, lo llamé: “Análisis conceptual de proyectos de ingeniería civil”. Es enfrentar a los alumnos de primeros años, a cuáles son las etapas de un proyecto de ingeniería y su contexto, a que no siempre 2+2=4, pues 3+1=4 y 3+0.9=3.9, pero 3.9 es casi 4 y es suficiente, que no todo es cálculo y diseño, sino que un proyecto de ingeniería requiere también permisos institucionales, aprobaciones comunitarias, trámites administrativos y negociaciones, etc. Se trataba de mostrar los proyectos reales de la ingeniería y sus desarrollos, tomar decisiones en un contexto multidisciplinario frente a opciones y escenarios. Al final no podían resolver todo el problema (les faltaban algunos cursos). Pero tú los enfrentabas al problema. De manera que los alumnos entendieran y detectaran solitos lo que no sabían, que descubrieran y justificaran otras disciplinas necesarias y que no esperaran que le dijeran qué tenían que estudiar sin saber por qué. Que se dieran cuenta de lo que deben saber, que supieran y se atrevieran a preguntar y a tomar decisiones técnicas y socioeconómicas, que vieran y pensaran el futuro: ese enfoque debiera ser una filosofía base de la enseñanza de la ingeniería, que creo que no está suficientemente desarrollada.

Todos los libros modernos de ingeniería están hoy orientados hacia el análisis de situaciones y sistemas, ¿Pero quién pensó y concibió el sistema a modelar? Todos los libros están orientados al cálculo, como la hidráulica. Pero no están orientados a la concepción y al diseño de la obra hidráulica y a considerar la evolución futura del escenario en que se implantará. Uno debe pensar, y concebir la obra y el sistema antes de diseñarla con alternativas, y solo después de ello, hacer su análisis y  calcular Bernoulli, ejes hidráulicos, crecidas, socavaciones y la cacha de la espada. Toda esa parte falla, o está minimizada en la enseñanza actual.

Ahora, enseñar ingeniería y su práctica, puede ser más fácil que antes. Como te decía, uno se demoraba antes una hora en hacer un gráfico x-y (en papel milimetrado), y varias horas en hacer ejes hidráulicos y análisis de frecuencia. Las herramientas computacionales y sistemas de información, hoy dan para estudiar muchas soluciones y rápidamente, y en diferentes contextos ambientales. No hay excusas para centrarse en la enseñanza de la ingeniería sin imaginación y sin cultura profesional y general. Es una opinión, quizás algún colega piense que es obsoleto o que ya se está haciendo. No sé, yo siempre lo he echado de menos porque cuando fui alumno y cuando fui profesor y me contacto con colegas jóvenes, me di y doy cuenta que los alumnos y algunos colegas, no se atreven a tomar esas decisiones de ingeniero y a tener esos enfoques. Y esa es la diferencia que yo hago entre la hidráulica propiamente tal y la ingeniería hidráulica. La hidráulica es calcular la pérdida de carga, el eje hidráulico, el arrastre de fondo, etc., es decir, es el análisis del problema. La ingeniería hidráulica debe ir más allá: es concebir nuevos sistemas en escenarios de futuro y tomar decisiones sobre la base de un enfoque multidisciplinario en contextos socio económicos cambiantes e inciertos.

Providencia, 18 de Mayo del 2017

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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